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Gollum

Son las tres de la mañana, ya estoy cansado de hacerme la paja y de tener escalofrios de verguenza por cosas tan simples como hablar con gente que no me interesa en absoluto cuando estoy sobrio, hablar de cualquier cosa porque si, como hablan todos.
Eso me averguenza.
Una vez por semana religiosamente me transformo en un ser absolutamente mundano y con pueril astucia me encargo de tomarme hasta la sangre de mis dos mascotas a la salud de lo que sea que catalogue en la categoría de brindables. Estupidizarme para estar en paz conmigo y con mi entorno. Ser bruto, estar alineado con la torpeza reinante y escupir veneno por los colmillos para sentirme un tiranosaurius rex rodeado de tristes aves prehistóricas sin destino, elegir presas y darles mi cariño gratuitamente porque ya tengo el corazón hinchadito de tanto escabio.
Dos dias de resaca. Sangre, gente, charlas insípidas escupidas a los gritos en las caras absortas de oyentes que se maravillan de todo el humo que estoy construyendo sobre sus respectivas nadas y lo fantástico de escucharme hablar boludeces enamorado del sonido de mi propia voz que articula frenéticamente a la perfecto ritmo de la pelotudez pura.
Y odio, y amor y odio.
Necesito cada tanto volver atrás, sentirme un poco molesto, odiar un poco a todos para poder orbitar mas cerca de mi centro. Necesito cada tanto ver las cosas desde un cristal oscuro donde todo es un complot para cagarme y donde todos estan tapados de miserias que necesitan remediar con un pedazo de mi. Después volveré a mi tan falsamente auténtica y actuada complacencia. Después voy a escuchar tus problemas e incluso voy a buscar la forma de ayudarte. Pero se que no importa con cuan buenas intenciones haga lo que fuera que haga, siempre va a estar merodeando por los bordes de mi existencia ese bicho miserable y desconfiado que está mas preocupado por su autoconservación que por cualquier otro elemento del mundo perceptible.
Mi Gollum interior al que no se le pasa una.

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